Dejamos Nafpaktos y cruzamos el puente de Patras para adentrarnos en la península del Peloponeso (13 euros te costará cruzar este puente).
Nuestra primera parada fue Olimpia.
Olimpia estaba marcado en nuestra ruta desde siempre, desde antes incluso de que existiera una ruta o desde antes de que supiéramos que íbamos a ir a Grecia. Olimpia era un sí o sí.

¿Qué hay en Olimpia?

Esta ciudad al este del Peloponeso (muy muy muy pequeña, no esperes llegar a un asentamiento humano medianamente grande y con servicios e infraestructuras, porque no lo vas a encontrar, aparte de los restos arqueológicos y algunas tiendas de souvenirs, restaurantes, cuatro calles y una veintena de casas, Olimpia se ha terminado) ostenta los restos del complejo cultural, religioso, social y deportivo más famoso de la historia antigua, además de ser la cuna de los famosos Juegos Olímpicos.

El precio de la entrada al yacimiento es de 12 euros en temporada alta (del 1 de abril al 31 de octubre), pero en casi todos los monumentos de Grecia pagas la mitad si vas en temporada baja, con lo cual nosotros pagamos 6. El precio hasta en temporada alta vale inmensísimamente la pena si te gusta la historia. El complejo es verdaderamente grande, así que échale de 3 a 6 horitas para verlo tranquilamente (depende de cómo de interesado estés o de lo que quieras ver). Junto al yacimiento, el resto del combo lo forman el Museo de la Historia de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad y el Museo Arqueológico. La entrada es conjunta para todo el pack y puedes adquirirla en cualquiera de los tres puntos.

 

 

Si no has ido y estás pensando en ir o si no estás pensando en ir pero te interesa lo que estás leyendo, te voy a contextualizar. Resulta que en el año 776 a.C, el rey Ifitos de Élide inauguró los primeros juegos olímpicos de la historia justo aquí. La vida transcurrió tranquila durante el siguiente milenio (con sus más y sus menos, claro), con los juegos olímpicos celebrándose religiosamente cada cuatro años (lo que se llama una olimpiada) en este enclave, hasta que en el año 394 d.C llegó al poder el emperador Teodosio I el Grande. Este señor tenía una profunda fe cristiana y nada de esto le parecía bien. Los juegos los consideraba absolutamente paganos y no entendía cómo podía existir una festividad que no estuvira ligada a su Dios y cómo es que la gente podría estar divirtiéndose, celebrando, entrenándose, en un lugar dedicado a los dioses paganos. Con lo cual, después de una lucha interna que imagino que tuvo este buen hombre en su cabeza, decidió abolirlos. Pero si Teodosio I te ha parecido intransigente, poco te gustará saber que su nieto y sucesor, Teodosio II, más cristiano aún que su abuelo, decidió destruir todos los templos griegos, incluída la ciudad de Olimpia que quedó en ruinas.

Pero vayamos hacia atrás. Antes de los destroyers de los Teodosios, e imaginémonos Olimpia en su explendor. ¿Cómo eran unos juegos olímpicos? ¿Quiénes participaban?
Primero había que declarar la llamada "Tregua Sagrada", es decir, todo el mundo debía dejar de lado cualquier hostilidad o guerra en la que estuvieran metidos en ese momento durante los días en que se celebraban los Juegos Olímpicos. Durante estos días, los atletas, que provenían de cualquiera de las ciudades estado que componían la desmembrada Grecia de entonces, se dedicaban en cuerpo y alma a entrenar y competir, olvidando sus quehaceres diarios. En el museo aprenderás que las disciplinas deportivas más practicadas eran boxeo, carreras de cuádrigas y lucha libre.


Algo que me sorprendió (no sé por qué, la verdad, teiendo en cuenta la época de la que estamos hablando) es que las mujeres tenían totalmente vetado el acceso, no sólo como atletas, sino también como espectadoras.

Los Juegos Olímpicos eran sólo para hombres libres, hijos de griegos (no podían participar esclavos tampoco). Ellos eran los que participaban y los que podían acudir a ver todo el espectáculo.

Ahora sí, termina el museo y comienza el yacimiento, pero ¿cómo es que se han conservado tantas ruinas después de los estropicios de los Teodosios? Porque en realidad quedaron cubiertas bajo capas y capas de tierra. No fue hasta el siglo XVIII que fueron excavadas y descubiertas. ¿Y qué queda vivo de todo este complejo en Olimpia?

Poca cosa queda viva e intacta tal y como estaría en aquel momento pero hay varias partes de este yacimiento que son verdaderamente interesantes.

En primer lugar, encontrarás la Palestra. A día de hoy es un inmenso campo de margaritas y dientes de león custodiado por hileras de columnas grigas. La Palestra es el lugar donde se reunían aquellos que querían escuchar a los filósofos de la época explicar sus teorías. Era un lugar de encuentro y debate en el que los griegos disfrutaban del arte de la retórica.
Muy interesante también es el taller de Fidias, el famoso escultor ateniense, quizá el más famoso de toda la Grecia clásica. Fue él quien llevó a cabo la imponente estatua de Zeus que se ubicó en su templo, aquí en Olimpia, y que fue una de las siete maravillas del mundo antiguo. Hoy en día no queda nada de esta estatua, pero te la puedes imaginar si has visto cualquier peli de las que relatan la historia de Hércules.
El taller de Fideas enseguida te llevará a confusión, pues está totalmente cubierto con cruces y símbolos cristianos. ¿Cómo es posible? Porque en realidad este taller fue reconvertido en una basílica cristiana con posterioridad y las ruinas que quedan corresponden fundamentalmente a esta basílica.

 


Más cosas interesantes en el yacimiento de Olimpia. El templo de Zeus del que acabamos de hablar. No imagines nada porque queda básicamente poco más que el suelo y algunas piedras que intuímos serían columnas. Verás una gigantesca columna completa y preciosa pero no es original, sino que ha sido creada por un diseñador alemán teniendo en cuenta los cálculos que habían hecho tras estudiar los restos del templo (los equipos alemanes han sido los que han llevado siempre el peso de la excavación de este yacimiento). Aparte de esto, no hay nada más de este templo, que era en el que se ubicaba la famosa estatua gigantesca de Fideas.

Otro templo interesante es el de Hera, mejor conservado que el de Zeus, y ya casi a la salida del yacimiento. Es aquí, en este templo, donde se prendía la famosa antorcha olímpica.

Hablemos ahora del Estadio, el famoso estadio en el que en 2004, durante los Juegos Olímpicos de Atenas se utilizó después de más de 1000 años sin desnpolvar, para realizar una prueba de lanzamiento de peso. ¿Qué es lo que queda del Estadio? Pues nada. Absolutamente nada más que un arco de entrada, y poco más. Y es que en realidad ya era así desde siempre. Siempre fue una grandísima explanada de tierra, de casi 200 metros de largo por 30 de ancho. Alrededor de esta explanada, una discreta ladera de hierba era la que acogía a todos los espectadores de estos Juegos. Nunca hubo gradas como en el Colisseo de Roma o en el Anfiteatro de Epidauro. Hoy en día la explanada sigue siendo igual de grande e impresionante, con cornejas que la sobrevuelan.

Justo antes de la salida tienes tres columnas en semicículo, la foto que quizá has visto si alguien que conoces ha ido a Olimpia o si has buscado información sobre este yacimiento. Estas columnas son los restos del Filipeo, el templo que mandó construir aquí el padre de Alejandro Magno, el rey Filipo II.

 

 

Hasta aquí con la visita al yacimiento y al museo de Olimpia. Un lugar donde imaginarte hace 3000 años. Perdida caminando en medio del inmenso peso de la historia, que merece muchísimo la pena si visitas Grecia.